2 Pedro 3:8-9
Pero no olviden, queridos hermanos, que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.
El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan.